La nueva expresión: la subversión cultural.
Por Pablo Orellana
Indudablemente los
grandes episodios de cambio social y rebeliones van acompañados de profundas
transformaciones en la cultura, las que paulatinamente van marcando hitos de
relevancia. En ocasiones se anteceden a los hechos y los continúan en
representaciones a lo largo de la historia. Tal es el caso de las grandes
movilizaciones en chile por la educación.
La magnifica
trascendencia del acervo transformador de los jóvenes posee un valor de imponentes perspectivas. Los
ejemplos en el tiempo son numerosos. Ya en 1842 nace la Sociedad Literaria que
fomentaba la nueva creación y rechazaba de plano los modelos literarios
foráneos. Luego en 1850 a
la par de las barricadas que encendían y caldeaban el ánimo de un silencioso Santiago,
se organizaba la Sociedad de la Igualdad con Santiago Arcos y Francisco
Bilbao a la cabeza, icono del radicalismo liberal que combatió a los gobiernos
conservadores y autoritarios clamando por la instauración de una democracia
plena y, no reparando en lo paciente, en
la unidad de los pueblos latinoamericanos contra la amenaza imperialista; ese es
el aporte del llamado apóstol de la libertad. Más de medio siglo pasaría para
que florecieran en plena pampa salitrera los teatros obreros, las filarmónicas,
los coros y la prensa obrera. Con Recabarren al frente, nunca se consideró la
maduración de la lucha reivindicativa del proletariado chileno sin el soporte
del arte, la cultura y la prensa. Muy interesante e ilustrativo es el caso de la Lira Popular , en cuyas páginas
de algunas impresiones sueltas se difundían creaciones de poetas populares,
payadores o leyendas y refranes de la época transcurrida entre 1866 y 1930,
donde las décimas y romances o cantos a lo humano y lo divino se posicionaban
como autenticas creaciones nacionales.
Pero es inexcusable
detenerse un momento en hablar de un importante periodo creativo, quizás uno de
los más fascinantes de nuestra historia en la cultura y el arte. Podríamos
partir del momento en que la adolorida España -la Republica más bien- se
refugiaba en el corazón de America, el momento en que gracias al valeroso
aporte de Neruda nuestra patria recibiera una importante cuota de refugiados,
entre ellos algunos de los más notables artistas e intelectuales que haya
acogido Chile entre los suyos. Era la tiempo del Frente Popular con Pedro
Aguirre Cerda, Don “Tinto”, en la moneda, el tiempo donde el lema “gobernar es
educar” coronaba al estado docente. La educación era la preocupación primera
del estado. Ciertamente era otro tiempo.
De este periodo es la Generación del 38. Ellos rompieron la rutina
estética reinante hasta el momento con innovadoras ideas marcadas por un fuerte
sentido crítico hacia la dura realidad de los sectores populares, tomando parte
en sus reivindicaciones. El nacimiento del Teatro Experimental de la Universidad de Chile
data del 41 con Pedro de la
Barra , Rubén Sotoconil, Roberto Parada, María Maluenda,
Bélgica Castro, Pedro Orthous, Chela Álvarez y un largo etcétera que nutre la
lista de fundadores, hace que exista un antes y un después en el teatro
nacional con esta sorprendente creación de jóvenes estudiantes del Pedagógico
de entonces. El mismo año, el siete de enero, ofrece su primer concierto en el
Teatro Municipal de Santiago la Orquesta
Sinfónica bajo la batuta del maestro Armando Carvajal y
exactamente nueve meses mas tarde, como si se tratase de un nacimiento, se
funda la escuela de danza que estrenó con éxito una adaptación coreográfica de
“Coppelia” en 1945, con Patricio Bunster como primer bailarín, y se oficializa con
el nombre de Ballet Nacional.
Subrayemos que todos los nombres mencionados fueron mujeres y hombres
notablemente destacados no solo en el arte, sino también como gente de profunda
sensibilidad social, muchos de ellos militantes de izquierda, sin duda
cimentadores de las grandes reformas universitarias de un par de décadas más
tarde.
Daría para largo
referirse a los muchos acontecimientos de este tipo en el siglo pasado, como los
que se refieren al muralismo, la nueva canción chilena, al arte bajo la
dictadura y otro largo etcétera. Esperamos poder abordar esto en otro momento.
La tesis planteada al principio que asocia la abundancia e innovación creadora
junto a una atmosfera de transformaciones en el campo social y político, parece
no ser ligera. Las calles de nuestro país -como un inmenso escenario- se nutren
de alegría y arte renovador, sostén de una rebeldía audaz a ojos del
multitudinario público. Y son millares las creaciones de distinto tipo y en todas
las expresiones –a través de Internet y otros medios- que se reparten por el
mundo denunciando la injusticia del modelo educacional chileno y un poco más.
Hacia este debate apunta el titulo que hemos otorgado a este texto: vivimos hoy
una formidable subversión cultural.
“Que se vayan los
viejos y que venga juventud limpia y
fuerte, con los ojos iluminados de entusiasmo y de esperanza” sentenció Vicente
Huidobro en agosto del 25, tiene gran sentido crítico, pero las nuevas
generaciones no desprecian del todo los buenos intentos del pasado. La
proliferación en el arte es una potente trinchera, esta misma publicación es
parte de ello, y nos alegramos que en Chile la cultura esté adquiriendo una
nueva expresión.
¡Que comience el espectáculo!
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