viernes, 23 de diciembre de 2011

Documental Online: Autodefenza (2011)


Reseña por Joao Acharan.


Uno de los fenómenos que alcanzo alta connotación pública durante el año, y que fue de la mano de las más grandes movilizaciones sociales desde el retorno a la democracia, fue el actuar de grupos encapuchados que tras cada marcha se enfrentaban a las fuerzas represivas. La lucha callejera alcanzo una masividad nunca antes vista en el ultimo tiempo pero, al mismo tiempo y en el sentido contrario, se propago en un sector importante de la opinión pública un pacifismo casi talibán que condenó cualquier expresión de rabia que vaya mas allá de las formas “correctas” de movilización. 

El debate en torno a la legitimidad de la violencia origino cientos de columnas de opinión, respuestas y contra respuestas, discusiones en las redes sociales y en las mismas marchas. Fue un debate que en mas de una ocasión termino en enfrentamientos entre “capuchas” y “manifestantes pacíficos”; enfrentamientos incitados desde los medios de comunicación que buscaban tachar una línea de división que separara a los “buenos manifestantes” de los “delincuentes”, generando conflictos artificiales: Divide et impera. Este mini documental que a continuación presentamos, es otra pieza de este largo debate.


El periodista Enrique Fernández, Gabriel Salazar, el historiador Igor Goicovic y algunos estudiantes nos hablan del complejo tema de la violencia y sus porqué.  Complejo pues tiene múltiples dimensiones, las que el Profesor Goicovic ha desarrollado en otros trabajos. La violencia debe ser entendida tanto como construcción histórica, como construcción cultural, y como construcción mediática.

Construcción histórica pues acompaña el desarrollo de todas las sociedad por las contradicciones de clase que le son inherentes. La violencia estructural es las más recurrente y sistemática de la historia pues esta presente en todo orden establecido sobre la base de la inequidad, a través de la explotación laboral, la expoliación comercial, los diferentes tipos de exclusión social y política, etc. No es de extrañar el surgimiento de una violencia reactiva que surge desde abajo como respuesta y rechazo a esta dominación.

Construcción cultural, pues se encuentra instalada en la cotidianidad popular, a través de dispositivos y mecanismos culturales que naturalizan la violencia, como la cultura patriarcal, la construcción de jerarquías (hombre sobre la mujer, padre sobre hijo, patrón sobre obrero), los códigos de masculinidad (características exigibles a los varones instaladas desde su formación temprana como el culto a lo bélico, demostraciones de fuerza, insensibilidad, etc), y las formas de sociabilidad.

Construcción mediática, debido al control monopólico de los medios de comunicación de masas en manos de la elite, a través del que se forma la opinión pública, definiendo las formas correctas de movilización y criminalizando movimientos sociales. La difusión de este discurso hegemónico permea a la sociedad generando adhesión popular, facilitando el surgimiento de mecanismos institucionales represivos: como leyes de seguridad del Estado, antiterrorista, de control de armas, etc.

Frente a este escenario, la violencia político-popular solo puede entenderse como auto-defensa. Por eso los objetivos: los centros de poder político y económico, los aparatos represivos del Estado, que son la barrera de contención que protege estos centros, y las representaciones simbólicas y estéticas del poder, como la ciudad burguesa que expulsa a los pobladores hacia las periferias.

Para enfrentar este debate, hay que desprenderse de las visiones normativas pues no es posible abordarlo desde un punto de visto ético-moral, guste o no la violencia es constituyente, es un mecanismo que constituye e institucionaliza relaciones de poder. Ha sido la violencia quien ha dirimido conflictos y sancionado las nuevas relaciones de poder cuando el sistema político entra en crisis. Nuestro país lo sabe muy bien pues es lo que ocurrió en 1829, 1851, 1859, 1891, 1925 y 1973.

Frente a esta realidad de violencia estructural y donde la autodefensa forma parte del acervo simbólico de los sectores populares, siendo propio de un aprendizaje social, político y cultural del pueblo, debemos aceptar el difícil desafío planteado por uno de los estudiantes en este documental: Validar la violencia como acción política en el contexto de lucha callejera pero buscando construirnos como personas no-violentas, que buscan la armonía entre los seres humanos.

Documental Online: Autodefenza (2011)

Dirección: Oscar Riquelme
Producción: Diego Morales
post producción: Oscar baeza
Guion: Oscar Baeza
Dirección de Fotografía: Jorge Urrutia
Cámara: Jorge Urrutia, Luis Mancilla, Oscar Baeza, Diego Morales, Oscar Riquelme
Sonido directo: Christian Herrera
Música: Oscar Baeza, Sin dios 1936, un pueblo en armas




8 comentarios:

  1. Existe una verdad, y es que la violencia es una herramienta histórica, institucionalizada, cotidiana y hasta reglamentada. En ese sentido, entra a debatir acerca de la violencia como algo ajeno y abstracto, no tiene sentido.

    Ahora bien, cuando legitimas la violencia, de qué violencia hablas, pues para mí, tu discurso -ante sala al documental, y el documental mismo- tiene sólo como fin, el de legitimar la violencia "cosmética", esa mediática y que no tiene ningún efecto real importante. Violencia que carece de direccionamiento político claro, que en más de una oportunidad se ha visto como elemento útil y funcional para el mantenimiento de la violencia "real" y del stato quo, que con cierto toque a post modernismo a la chilena, mezcla espontaneidad y odio a la orgánica "tradicional".

    En ese sentido, si es por defender la violencia, defendamos la violencia real, no esa pueril violencia cosmética que en su fin último puede llegar hasta ser reaccionaria; esa violencia real y efectiva que se vale de todos los medios y todas las formas, que es capaz de provocar sufrimiento y dolor por millares, o que si es bien utilizada -con esto me refiero a las ideas y a ciertos procesos independentistas, de liberación nacional y revoluciones socialistas- puede acabar o mitigar la tristezas de los pueblos y devolver la alegría y la esperanza a la humanidad.

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  2. Al parecer, tenemos consenso en la existencia de una violencia estructural, que viene desde arriba. El debate que planteas es en torno al carácter y sentido de la "violencia popular" en donde contrapones una violencia "cosmética" que carece de efectos importantes al no tener un direccionamiento político claro con una "violencia real" "que se vale de todos los medios y formas".

    La verdad es que queda bastante poco claro a que te refieres con "violencia real": haces mención a a procesos de liberación nacional y revoluciones socialistas. ¿Te refieres a guerrilas? ¿A Organizaciones Político-Militares? ¿Que estas entendiendo por "violencia real" que contrapones a esta "violencia cosmética"? ¿Cual es la diferencia entre violencia real y la cosmética ¿Es la existencia de un direccionamiento político claro que la sustente?

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  5. La violencia "real" o "revolucionaria", es aquella que su fin último es ejercer el monopolio de la violencia (control del aparato estatal, de la administración del sistema y cambio radical del mismo), para luego en un proceso (socialismo) aún inconcluso llegar a abolir la violencia en sí misma (comunismo), usando para ello todos los medios y formas, desde la más simple a la más compleja.

    La violencia "cosmética", no es más que una acción que mezcla la espontaneidad de ciertos segmentos con la semi preparación de otros elementos, que en un espacio de ebullición social -la calle-, se unen en la acción. Dicha violencia que puede llegar adquirir diversos matices y enfoques, no tiene y no perseguir como fin último llegar al poder, ni si quiera -en la mayoría de los caso- disputarlo, sólo se remite -si es que llega a un nivel superior de organización- a desplegar una acción violenta nivel local, rechazando de plano la acción unificada y coordina a nivel nacional ya sea de una expresión popular -ejemplo, las peleas entre los mismo manifestantes (real vs. cosmética) y las provocaciones de la violencia cosmética a la violencia real- de la misma forma como se enfrenta con la policía y los elementos de defensa de la violencia estructural; la violencia cosmética, es aquella que en su lenguaje y formato parece mezclar elementos de cultural clásica de la resistencia, con lo más "fashion" del libre mercado y que sus elementos de acción son objetos de un grado pueril y hasta irrisorio para combatir a la violencia estructural, que en el más avanzado y más osado puede llegar a usar un cóctel de molotov.

    Mientras tanto la violencia real o revolucionaria, cuenta hasta el día de hoy con cinco modelos o eventos históricos -uno de ellos en proceso- como orientación y aprendizaje para sus acciones: 1) la guerra civil, como en el caso soviético; 2) la guerra prolongada, como en el caso de la China socialista; 3) la guerra foquista, como en Cuba; 4) el uso de la vías burguesas-electoralista, como en el caso de la vía chilena al socialismo y la más novedosa de todas; 5) la guerra civil-electoralista como en el caso nepales, vale decir, la violencia real es múltiple y no se encuadra en un/os tipo/s de accion/es.

    En ese sentido sin renegar del encapuchado y su formato, si reniego de su funcionalismo al status quo y su fin último reaccionario, que hoy es aplaudido por tantas manos que realmente creen que la acción de ejercer esa violencia que yo denomino cosmética, puede llegar a responder o ocasionar un "daño real" a la violencia estructural.

    Disculpa por borrarlo dos veces mi comentario, pero lo corregí. :)

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  6. Creo que este debate esta mal enfocado. Por violencia “real o revolucionaria“, estas entendiendo las distintas vías de lucha para tomar el poder e iniciar la construcción del socialismo (las 5 vías que mencionas), las que son categorías mucho mas amplias y que incluyen dentro de sí a la lucha callejera. La lucha callejera no es contradictoria con las diversas vías que enumeras, al contrario, históricamente ha sido parte fundamental de ellas. Por tanto me parece que no se pueden comparar o contraponer categorías que están en distintos niveles de análisis, sobre todo cuando una de ellas incluye a la otra. Esto se puede ver en la misma practica del PC Chileno: su caracterización de una vía no armada durante los 60’, que además de la participación electoral le daba importancia a la lucha de masas, incluso si tomaba ribetes ilegales, como las tomas de terreno, las corridas de cerco, el enfrentamiento con Carabineros, etc., En esa etapa lo único que condenaban era el “aventurerismo revolucionario” de quienes planteaban la lucha armada o la colocación de bombas, practicas típicas del anarquismo insurreccionalista. Claro que esta vía no armada hacia una Revolución democrática, antioligárquica y anti-latifundista “con vistas al socialismo” (como la planteaban según su visión etapita) no previa el enfrentamiento militar directo, lo que dio origen a la Política de Rebelión Popular de Masas, que fue más allá de la vía no armada aceptando “todas las formas de lucha”, incluso las que originalmente rechazaban, como el uso de miguelitos, sabotajes menores, la lucha callejera con el uso de piedras y bombas incendiarias, el armamento casero y explosivos menores, etc.

    Ese repaso breve por la historia del PC muestra la compatibilidad de articulación de la violencia popular (o autodefensa frente a la violencia estructural y la violencia del Estado) con las vías de lucha para tomar el poder e iniciar la construcción del socialismo: insisto en el punto, lo que tu llamas “violencia cosmética” no se contrapone, sino que forma parte, de la “violencia revolucionaria”, aunque yo preferiría llamarla simplemente vías para la toma del poder, pues incluye formas que claramente no son violentas como la participación electoral. Es más, siguiendo tu lógica y tus conceptos hoy en Chile la "violencia real" (insisto en que es un mal termino) sería la participación en la institucionalidad burguesa a través de la competición electoral, lo que queda mas patente cuando hablas de "las peleas entre los mismo manifestantes (real vs. cosmética) y las provocaciones de la violencia cosmética a la violencia real- de la misma forma como se enfrenta con la policía y los elementos de defensa de la violencia estructural", lo que me da a entender que te refieres a lo que yo mencione como enfrentamientos entre "capuchas" y "manifestantes pacíficos", donde los capuchas (reaccionarios y funcionales al status quo) provocan y atacan a quienes usan la "violencia real", ergo, a los "manifestantes pacíficos". Ergo, rearticulas y reintroduces la diferenciación entre manifestantes buenos y manifestantes malos que hacen la derecha, el gobierno y los medios de comunicación. Lo que me parece contraproducente.

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  7. Lo que hoy existe en Chile es una violencia popular episódica, espontánea pues carece de organización y preparación, y de baja intensidad pues solo incorpora como "armas" elementos contundentes como piedras y molotovs. Y al final, lo que a ti te molesta es que predomine el espontaneísmo, la critica a las orgánicas tradicionales de izquierda, y la falta de un direccionamiento político claro en vistas a construir mayorías con vocación de poder. Pero más que achacarlo a un “posmodernismo a la chilena”, habría que culpar al abandono total de la izquierda tradicional a estas formas de lucha, debido a un legalismo exacerbado conciliador y claudicante frente a los neoliberales, debido a su integración plena en una institucionalidad carente de legitimidad y representatividad. De esta actitud de la izquierda surge la desconfianza y la critica de estos sectores populares.

    Es en contextos de crisis económicas profundas que amenazan las estrategias de subsistencia de los sectores populares y/o de crisis de legitimidad de la institucionalidad política y su elite, cuando surgen estos estallidos de violencia episódica, espontánea y de baja intensidad como una reacción casi natural de los sectores populares. La tarea de la izquierda es articular estas formas de lucha, canalizarlas, y darles un contenido político (si es que carecen de él), y no criminalizarlas, acusarlas de ser funcionales a la derecha, o asumir una postura legalista-ciudadanista como acostumbran a hacer, pues terminan siendo mucho mas funcionales al status quo que cualquier barricada.

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  8. Quizás me exprese mal o omití algo que daba por hecho, la violencia revolucionaria ejercer de forma activa la lucha callejera, hasta aún cuando se usan vías democrático burguesas como la electoralista, hay no existe discrepancias.

    Ahora bien, aquí las mayores discrepancias, y eso es en lo denominamos violencia, lo cual genera una degeneración de mis y tus términos y para eso –para sólo tener una base- me remito al significado de la RAE para violencia: “Del latín violentĭa, la violencia es la cualidad de violento o la acción y efecto de violentar o violentarse. Lo violento, por su parte, es aquello que está fuera de su natural estado, situación o modo; que se ejecuta con fuerza, ímpetu o brusquedad; o que se hace contra el gusto o la voluntad de uno mismo.”. Desde allí, y llevando esa definición –prima base- a lo político, la violencia “real”, es aquella que en más allá de su magnitud y alcance, busca y pretende violentar el estado natural de lo que es el sistema político vigente y que para ello utiliza distintos medios y formas, según ideología política y el contexto, desde la más simple a la más compleja desde las vías burguesas como las no burguesas.

    Ahora bien, según tu última reflexión, y de allí el debate, sobre la violencia real y la cosmética –sin entrar a debatir la política del PCCh desde los 90´s hasta hoy, que es para otro debate-, yo lo centro en que hoy la violencia real va desde lo discursivo en la agitación y progandistico, pasando por partes de la lucha callejera, las concertaciones, los mítines, las movilizaciones legalistas o pacíficas y hasta tiene con cierta suerte –pero con menor eco y peso- en el Parlamento. Siguiendo con esa lógica, hasta no mucho y en el momento de la grandes movilizaciones o marcho auge, era más violento en cuanto a que causo más daño al estado natural del sistema político y hasta psicosocial, una movilización de más de cien mil personas o una concentración de medio millón, en cambio la violencia “cosmética” de un par de sectores autodefinidos “revolucionarios” o “anarquistas” (a chilena), todos clasificables por su acción o formato como distintos crisoles del post modernismo a la chilena y con un importante grado de relación a los servicios de inteligencia, hicieron de su acción un instrumento para la deslegitimar la real violencia llegando ahora a buscar su implosión, preconizando discursos de atomización de los sectores y elementos “ cuando hablo de las peleas entre los mismo manifestantes (real vs. cosmética) “, el intento de crear una dicotomía entre las “bases” y los “dirigentes” con el estudiantado de base vs. clase de dirigente estudiantiles (algo similar a la existencia de la población y la clase política), y también el uso de la lucha callejera –de ahí violencia cosmética- que es un disfraz para un discurso (uso mediático de la lucha callejera en ese contexto) y un acción (criminalización de la protesta social y sus herramientas, persecuciones judiciales de los manifestantes, etc.) de forma y un fin defensor del estatus quo y del sistema de fondo. Para ir más allá, la violencia cosmética a la ves busca y pretende en un momento que el discurso gubernamental sea el de crear la imagen de dos elementos: de los buenos y de los malos, pues así, puede generar además de un desenfoque en la acción callejera (si eres de los buenos o de los malos), el de evitar o darle un techo a las adhesión efectiva (evitar más participación en las movilizaciones), a pesar de la adhesión pasiva (apoyo moral o de encuesta).

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