lunes, 12 de diciembre de 2011

Enade 2011 y por qué correrá sangre en las calles de Chile


Por Renato Velez.

Muy comentada ha sido la presentación del sociólogo de la Universidad de Chile, Alberto Mayol, durante el Encuentro Nacional de la Empresa (Enade). El encuentro, que reúnió a gran parte de la élite empresarial que hoy controla los destinos del país, centró su discusión en la crisis económica global y el análisis de los movimientos sociales en Chile. Dos procesos que sin lugar a dudas convergerán en el futuro cercano generando una amalgama explosiva para la clase dominante.
En su exposición de 45 minutos, Mayol explicó que la sociedad chilena “ha sido portadora y reproductora de un enorme malestar subjetivo, más bien vago y desestructurado en su forma, pero que en su fondo está íntimamente relacionado con variables objetivas a las cuales se ha desatendido”, y cuya base son las desigualdades abismantes que ha generado el modelo neoliberal.

Para Mayol, la mayor parte de los chilenos no está de acuerdo con el actual sistema económico, pero lo aceptaron sin mayor oposición. Las redes sociales – al igual que en otras partes del mundo – desempeñaron un papel central en el intercambio de opiniones y generación de conciencia, rompiendo el cerco desinformativo de los grandes medios nacionales. Este intercambio de información llevó al derrumbe de la confianza en las instituciones políticas, económicas y sociales tradicionales y dejó al descubierto las falencias del modelo chileno.

Este fue el caldo de cultivo que permitió el surgimiento de la movilización social más grande de nuestra historia reciente: el movimiento estudiantil. Con el despertar de la sociedad chilena, de la mano de los estudiantes, se desataron todo tipo de fuerzas que hace mucho tiempo habían estado dormidas. Es en este contexto que comenzaron a desarrollarse episodios de violencia callejera.

Siempre condenados por las autoridades y satanizados por los grandes medios, es casi imposible encontrar dentro de los discursos del establishment alguien que intente comprender las causas de la violencia.

Mayol destacó que la reparación ritual ante los abusos del poder económico estuvo presente en 2011, con el incendio de una sucursal de La Polar durante la brutal jornada represiva del 4 de agosto. El incidente no pasó más allá de lo anecdótico para la superficial prensa nacional, pero para Jonathan Franklin del rotativo británico The Guardian, constituían “la última evidencia de que la largamente dormida juventud chilena se está rebelando contra la ideología ortodoxa del mercado libre que domina la vida cotidiana de Chile.”

En marzo de 2010, a días de producido el terremoto, el historiador Gabriel Salazar señaló que “los saqueos ocurren no sólo después de los terremotos, sino que han sido una constante desde el siglo XIX también en desordenes políticos, guerras civiles, e incluso movimientos huelguísticos (…) Se trata de una violencia social que ningún régimen ha logrado aplacar, ni Pinochet durante las protestas.” Remarcó que la violencia post-terremoto “fue la más masiva, con más virulencia y una actitud más desafiante que antes. Como no hay canales políticos para ese descontento social, se manifiesta contra la propiedad y ahora sin respeto por las personas, como el asalto a un bus con gente que viajaba a ver a sus familiares. Ese tipo de frustración larvada que produce el modelo, hay que analizarla más profundamente.”

A propósito de una columna del historiador británico Simon Schama publicada en el Financial Times en mayo de 2010, donde éste advertía la inminente llegada de una “era de furia global” producto a la crisis económica, el economista Manuel Riesco apuntó que Chile “se encuentra al borde de un estallido de rabia. De hecho, ya se produjo a raíz del terremoto. Fue terrorífico. Nunca se había experimentado en Chile un saqueo con ese grado de masividad y violencia, dirigido contra cualquiera, incluso contra poblaciones vecinas.” Buscando las causas de este estallido, Riesco, al igual que Mayol o Salazar, apunta en dirección similar:

“A “la gente” se le acabó la paciencia con que esperó veinte años a que la Concertación resolviera las espantosas injusticias que legó la dictadura, que había expulsado en su anterior estallido de rabia. Por el contrario, éstas se incrementaron en la misma medida que el país crecía y se modernizaba extraordinariamente rápido. Ciertamente, todos mejoraron su condición. Sin embargo, la abrumadora mayoría se siente dejada de lado y maltratada. Con toda razón.”

La rabia y frustración del chileno se presenta cada vez que se dan las condiciones. Sin ir más lejos, la reciente celebración del día de la Música en el Parque O’Higgins terminó con disturbios. Ni qué decir del saqueo al supermercado Ekono en la comuna de Quilicura durante el masivo apagón de septiembre pasado.

Desde el inicio de la crisis económica global en 2008, comenzaron a aparecer focos de protesta en el mundo entero. Y si una conclusión se puede sacar es la siguiente: todas comienzan remarcando su carácter pacífico, como se ha visto con los indignados españoles o el movimiento Occupy Wall Street. Sin embargo, al enfrentarse a las crecientes cuotas de represión y brutalidad policial, además del desinterés de las autoridades de acoger las demandas del pueblo, la frustración lleva invariablemente a crecientes niveles de rabia y violencia.

Grecia, epicentro de presente la crisis económica, nos ofrece el mejor ejemplo. En el país heleno, los manifestantes se enfrentan directamente a la policía, e incluso el año pasado, tres personas murieron por el incendio a una sucursal bancaria durante una jornada de huelga general.

Inglaterra también vivió un estallido de rabia el pasado agosto, cuando, el asesinato de un inmigrante a manos de la policía desató una oleada violencia que desde los barrios más pobres de Londres se expandió incluso hacia otras ciudades, donde personas de distintos estratos sociales realizaron saqueos, incendiaron autos y se enfrentaron a las fuerzas de seguridad. El incidente fue una válvula de escape para el descontento ante la creciente desigualdad y los recortes sociales implementados en el país.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, es curioso que el chileno promedio se muestre sorprendido ante la violencia durante las manifestaciones sociales, cuando al mismo tiempo en gran parte del planeta se observan las mismas dinámicas producto del mismo modelo económico que, impuesto en nuestro país a sangre y fuego, llegó a dominar el mundo. La violencia callejera y popular es hoy y será tan cotidiana en el futuro como lo es el abuso de las clases dominantes, y con la economía rumbo al colapso, el estallido social es casi seguro en el futuro. Sucederá en Chile y en todo el mundo… y por el momento no se ve escapatoria.

Analizando la presentación de Alberto Mayol y la extrema concentración de la riqueza, el periodista de Radio Biobío, Tomás Mosciatti, advirtió: “Nada de esto es gratis, tampoco esto. Por lo tanto, si todo sigue igual podemos prever las peores consecuencias, las peores. Y si las protestas, las que se produjeron este año, algunos dicen que fueron violentas, podrían ser nada de lo que puede ocurrir en el futuro.”

Chile ha estado cultivando durante décadas semillas de rabia y frustración, y esas semillas ya han comenzado a germinar. Prepárese.

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