lunes, 12 de diciembre de 2011

Los Cordones Industriales, la alternativa política que no fue


Por Joao Acharan

La contradicción entre Revolución desde arriba y Revolución desde abajo es en gran medida falsa, pues las formas incipientes de Poder Popular, no se percibían a sí mismos como alternativa al Estado (a pesar de los intentos del MIR, al menos discursivamente, de constituir una situación de doble poder) y, por tanto, no poseían un proyecto político alternativo a la UP. La historia de los Cordones Industriales es la historia de una Revolución desde abajo que pudo ser, pero no fue. ¿Por qué? La cercanía política y sentimental de los trabajadores al Gobierno Popular junto a la contradicción entre independencia de clase y militancia política, llevaron a que no se planteaban como alternativa sino como materialización del programa de la UP. 



La Revolución democrático-burguesa frente a la revolución socialista: discusiones teóricas.

Durante estos años, la Izquierda chilena estaba marcada por el debate respecto a las vías para avanzar hacia el socialismo. Existía consenso en torno a la idea de “hacer la revolución”. Por Revolución entendían una transformación estructural del régimen político, económico y social vigente, el capitalismo subdesarrollado/dependiente, inspirados en un modelo de organización social en que no hubieran explotados ni explotadores, en que la riqueza social se apropiara y distribuyera colectivamente, aboliendo la propiedad privada, y donde las personas se relacionaran de acuerdo a principios de solidaridad y justicia social (1). Además de solucionar injusticias internas, la Revolución era, al mismo tiempo, la fórmula que liberaría a los países de la situación de dependencia al imperialismo. La controversia surge en torno a los medios para llegar a estos fines. Pinto utiliza las categorías de Corvalán y plantea la existencia de dos polos divergente: gradualistas (PC, sector PS liderado por Allende, sector MAPU) y rupturistas (Mayoría PS, MAPU Garretón y MIR) (2). Resumiendo, los ejes polémicos eran: 


a) La vía pacífica (o “no armada” de los gradualistas) debido a la tradición de respeto a la convivencia pacífica y la legalidad vigente que caracterizaba la cultura política nacional, donde la revolución llevaría adelante las tareas “democrático-burguesas” pendientes de la mano de la pequeña burguesía o la burguesía progresista, planteando la idea de la revolución por etapas, donde a la realidad chilena corresponde una revolución antiimperialista, antioligárquica y antimonopolista “con vistas al socialismo” (3). En cambio, para los rupturistas era iluso pensar que la clase dominante renunciaría a su posición sin oponer resistencia: toda la legalidad burguesa estaba hecha para mantener esa situación. La violencia revolucionaria era inevitable y legitima; cualquier intento de frenarla mediante el colaboracionismo de clase con burguesías supuestamente progresistas era una traición (4); 

b) El marco geográfico de la revolución: los gradualistas enfatizaban las particularidades nacionales, como la cultura política nacional de respeto a la legalidad, que justifica el etapismo (5), mientras para los rupturistas Chile, estaba inmerso en los mismos problemas del resto del continente, no era una excepción frente la lucha de clases, ni frente a la alianza entre burguesía e imperialismo ni frente a su dependencia colonial (6): la revolución sería un proceso único y global (7); y 

c) Los gradualistas plantean estrategia institucionalista donde es el Estado el principal instrumento de transformación económica y social. El arraigo en el país de las instituciones democráticas da al Estado una flexibilidad que permite la ocupación de alguna de sus ramas desplazando pacíficamente a la burguesía (8). Para los rupturistas, en cambio, el Estado burgués era intrínsecamente defensor de los intereses de la clase dominante, imposible de usar en beneficio de la Revolución. La conquista del poder implicaba desplazar la acción política desde la institucionalidad burguesa hacia formas de Poder Popular, donde se ejerce la democracia directa de las bases (9).

Estas son caracterizaciones de lo que se percibía como dos proyectos alternativos de revolución. Una Revolución democrático-burguesa implementando reformas “desde arriba”, desde el Gobierno, junto a la supuesta burguesía “progresista” contra una Revolución socialista e internacionalista que a través de órganos propios de la clase trabajadora, “desde abajo”, enfrentaría a la burguesía y el imperialismo. Sin embargo, como veremos, esta revolución “desde abajo” no se percibió a sí misma como, ni pretendió ser una, alternativa al proyecto de revolución desde arriba. 

Dualidad de poderes y Poder Popular.

Para la teoría marxista tradicional la cuestión del poder popular significa la creación de un control obrero y popular que personifica la nueva sociedad en gestación.  La idea de dualidad de poderes o doble poder, surge como teorización de lo que fue la confrontación entre los soviets y el Gobierno de Kerenski en Rusia en 1917. ¿En qué consiste la dualidad de poderes? Junto al gobierno de la burguesía, se había formado otro gobierno, débil y embrionario pero en vías de desarrollo. Para este “nuevo gobierno” su fuente de poder no está en la ley, discutida y aprobada en un parlamento sino en la iniciativa directa de las masas populares desde abajo, implica la sustitución de las policías y ejércitos como instituciones apartadas del pueblo, reemplazadas por el armamento del pueblo, y donde los funcionarios y la burocracia son sustituidos por el poder directo del pueblo o sometidos a un control especial (10). Los soviets eran una institución paralela al Estado, con amplia legitimidad social, que estaba acaparando las funciones propias del poder político y transformándose en la verdadera autoridad del territorio que comprendía. El MIR haciéndose eco de esta concepción planteaba la construcción de poder popular creando una situación de doble poder que llevaría a un enfrentamiento violento con el Estado. Ni el resto de los partidos ni para los propios trabajadores esta era una alternativa. Para los partidos de la UP, el poder popular no surgía en oposición al Estado, sino como apoyo al gobierno contra la parte del Estado que ellos no controlaban. Gaudichaud divide en tres la historia del poder popular durante el Gobierno de Allende:

“El primero va desde la elección de Allende hasta la huelga patronal de octubre de 1972: es el concepto de participación bajo control estatal, tal cual es planteado por el gobierno, que precede y donde se dibujan algunas fricciones entre este y los trabajadores que reclaman la extensión del sector nacionalizado (ocupación de fábricas, Asamblea de Concepción, nacimiento del cordón industrial Cerrillos). El segundo comienza con la huelga de octubre, para terminar en junio de 1973: se caracteriza por el desbordamiento amplio de los partidos de izquierda y aparición de organizaciones independientes al gobierno, como los cordones industriales o los Comandos Comunales. Y el tercero, que sigue al golpe fallido de junio de 1973: el debate sobre el “poder popular” esta entonces en su apogeo y el conjunto de fuerzas políticas reconocen el potencial de estos organismos, ya sea para condenarlos abiertamente o para intentar canalizar su fuerza." (11).

Así, el “Poder Popular” pasa de un simple apoyo de las bases populares organizadas a la política del gobierno, a través de los Comité de Unidad Popular (que desaparecieron tras la elección) o la cogestión de los trabajadores en empresas nacionalizadas (Visión de Poder popular promovida por el gobierno) hasta la creación de los gérmenes de un nuevo Estado y nuevas relaciones de producción en la perspectiva de una transición al socialismo (12). La mayor originalidad del movimiento social chileno en su historia fue la creación, en las principales zonas industriales y barrios populares, de organismos unitarios que funcionaban sobre una base territorial y coordinaban a los distintos sindicatos de un sector industrial determinado (13).

Los Cordones Industriales (CI), la alternativa política que no fue.

Los CI, comandos comunales o comités coordinadores, dependiendo del sector que los impulsaba, encarnaron  efectivamente una Revolución desde abajo, pero no en la perspectiva de una dualidad de poderes o portando una alternativa al gobierno popular. Paradójicamente, era una revolución desde abajo que buscaba acelerar y radicalizar la revolución desde arriba. Para los gradualistas, el motor de los cambios sociales y económicos sería el Estado, por lo que la estrategia económica sería controlada detalladamente desde arriba. Pero el triunfo de Allende genero una dinámica que no previeron: una revolución desde abajo que llevo a trabajadores, campesinos y pobladores a tomar la revolución “en sus propias manos”, dando paso a una ola de tomas de terrenos urbanos por pobladores sin casa, de terrenos rurales por campesinos sin tierra, y de fábricas por trabajadores que buscaban hacerse de su control. Los CI fueron el símbolo de esta revolución desde abajo que no llego a constituirse como alternativa política al gobierno. No fueron una alternativa, pues la mayoría de los trabajadores participantes nunca se percibió como tal. Cuando los trabajadores de Yarur se fueron a huelga en 1972 exigiendo el control de su fábrica, lo hacían pensando que estaban realizando el programa de la UP (14). Esta fue la tónica de las tomas y huelgas. Ya en 1973, la Coordinación Provincial de las CI envió una carta al Presidente donde exigían que cumpla el programa que lo llevo al gobierno, el que titulaba el primer capítulo “Poder Popular” buscando “transformar las actuales instituciones del Estado donde los trabajadores y el pueblo tengan el real ejercicio del poder”, exigían la nueva constitución política, una Cámara Única, la Asamblea del Pueblo, y otras promesas plasmadas en el programa (15). Esta revolución desde abajo no se planteó como una alternativa, sino como la materialización del programa de la UP. Su actividad autónoma del gobierno y de los partidos pronto desbordo a las direcciones sindicales históricas dejando obsoletas las formas tradicionales de organización ¿Por qué no se transformaron en alternativa? Apunto a dos factores: una cercanía política, hasta sentimental, hacía el Gobierno de la UP y, más importante, las contradicciones entre independencia de clase y militancia política.

Esta cercanía política fue horadada por la política de la UP, cuya dirección PC-Allende buscaba frenar el proceso de revolución desde abajo, pues amenaza sus acercamientos a la burguesía progresista representada en la DC. El Plan Millas que buscaba devolver a sus dueños fabricas ocupadas, la ley de control de armas que se usaba contra los trabajadores para desalojar y criminalizar tomas de fábricas, la reorganización de las JAP negando el abastecimiento directo del pueblo entregando la distribución estatal a las FFAA, etc. Estos ataques directos se sumaban al ataque verbal del PC y las relaciones conflictivas con la CUT. Sin embargo, y a pesar de temer que el camino al socialismo se estaba tranzando para llegar a un gobierno de centro y reformista (16), los trabajadores nunca perdieron total confianza en el Presidente que ellos llevaron al poder. Por otro lado, la contradicción entre independencia de clase y militancia política impide que la revolución desde abajo se plantee como alternativa en dos sentidos: Primero, los sectores del PS-MAPU que participaban en los CI rechazaban transformarlos en órganos de poder dual y construir desde ellos una alternativa al gobierno del que ellos mismos forman parte (17), por lo que buscan canalizar el poder popular hacia el aparato del Estado y su gobierno. Segundo, que algunos CI estén dirigidos por militantes de la UP y otros, junto a comandos comunales, estén en manos del MIR fue un obstáculo a la coordinación y centralización de sus organizaciones, las que se opusieron firmemente a unificarse en una directiva política alternativa a la UP (18).

Una reflexión final.

Una diferenciación tajante entre rupturistas y gradualistas no resulta ser tal: muchos rupturistas verán la revolución desde abajo no como alternativa sino como la materialización del programa de la UP, canalizando el poder popular como forma de apoyo al gobierno, sobre todo en situaciones de crisis como la huelga patronal de 1972 y la lucha contra el desabastecimiento, por lo que la revolución desde abajo funciono para acelerar/radicalizar la revolución desde arriba. Fue la cercanía política de los trabajadores al gobierno a pesar de los conflictos, y las contradicciones entre independencia de clase y militancia, lo que impidió a esta revolución desde abajo ser una alternativa. Sin embargo, cada vez había más diferencias que coincidencias entre el Poder popular y el Gobierno. Es imposible saber que hubiese ocurrido sin el golpe militar, pero es posible que esas diferencias se acrecentaran hasta un posible rompimiento con el gobierno. Las distintas formas del poder popular del control de la producción, de la circulación, abastecimiento y vigilancia de los barrios tuvieron un carácter limitado, pero eran el inicio de una dualización de poder que nadie sabe en qué habría terminado.


Referencias:
(1)  Pinto, Julio, Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular. LOM Ediciones, Santiago, 2005, pp 12.
(2)  Pinto, Julio, Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular. LOM Ediciones, Santiago, 2005, pp 15.
(3)  Pinto, Julio, Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular. LOM Ediciones, Santiago, 2005, pp 16-17.
(4)  Ibid., pp 19-20.
(5)  Ibid., pp 26-27.
(6)  Ibid., pp 27.
(7)  Ibid., pp 24.
(8)  Ibid., pp 28-29.
(9)  Ibid., pp 30-31.
(10)  Lenin, La dualidad de poderes, en Obras Completas Vol II. Revisado 16/10 en: http://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-2-3.pdf 
(11)  Gaudichaud, Franck. Poder Popular y Cordones Industriales. Testimonios sobre el movimiento popular urbano 1970-1973. LOM Ediciones, Santiago, 2004. Pp 28.
(12)  Ibid., pp 29.
(13)  Ibid., pp 34.
(14)  Winn, Peter. Tejedores de la Revolución. Los trabajadores de Yarur y la vía chilena al socialismo. LOM Ediciones, Santiago, 2004. Pp 199.
(15)   Gaudichaud, Franck. Poder Popular y Cordones Industriales. Testimonios sobre el movimiento popular urbano 1970-1973. LOM Ediciones, Santiago, 2004. Pp 442.
(16)  Ibid., pp 441.
(17)  Ibid., pp 48.
(18)  Ibid., pp 51.

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