miércoles, 19 de septiembre de 2012

Puede que sean inteligentes pero son incapaces de pensar. A propósito de pacos y milicos que reprimen.



Por Joao Acharan.

Carabineros y, en especial, FFEE se han caracterizado por el uso abusivo de la fuerza. Durante los últimos años, se han multiplicado los casos de violencia física desmesurada, torturas, maltrato psicológico, abusos sexuales contra menores, etc., al punto que no sería aventurado decir que trata practicas institucionalizadas, aunque informales, que se han extendido entre uniformados. La prepotencia con que actúan violando la ley y sus propios protocolos, negándose a identificarse, impidiendo las grabaciones de sus procedimientos (a menos que se trate de un programa de MEGA o CHV) o responder lisa y llanamente con golpes e insultos a cualquiera que los encare, da cuenta de los altos grados de discrecionalidad con los que cuentan, al punto de que puede hacer prácticamente lo que se le antoje -incluso matar o, como sucede más a menudo, dejar inconsciente a lumazos- sin la perspectiva de sufrir algún tipo de sanción o castigo por ello. Las Fuerzas Armadas, por otro lado, tienen un largo historial de intervenciones  para masacrar al pueblo (por lo menos, 24) siendo las más conocidas la matanza en la Escuela Santa María y durante la dictadura de Pinochet.


Este tipo de actitudes son tan difíciles de entender y explicar de forma racional que se le atribuyen a la estupidez e ignorancia de efectivos policiales y militares. La masificación de gritos como "yo quiero estudiar para no ser fuerza especial" o "los pacos unidos no leen de corrido" da cuenta de este intento por explicar la conducta policial, atribuyéndola a la ausencia de estudios. Sin embargo, y siendo justos, muchos policías y militares resultan ser tremendamente inteligentes, con títulos universitarios y diversas especializaciones (al menos, en los altos mandos no en la carne de cañón que sale a las calles durante las manifestaciones). El problema, por tanto, parecer ser no si son inteligentes o estúpidos, sino algo mucho más profundo: la incapacidad para pensar.

¿Se puede ser inteligente y, al mismo tiempo, alguien completamente incapaz de pensar, de reflexionar respecto a su conducta y las consecuencias que ella tiene sobre el mundo, sobre otros? Kant desarrolla una distinción entre dos facultades humanas de orden diferente: la  Razón y el Intelecto las que, para Arendt, coinciden con dos actividades mentales diferentes: Pensar y Conocer.
El Pensamiento-Razón no se ocupa de lo mismo que el Intelecto-Cognición: la necesidad de la razón está guiada por la búsqueda de significado, mientras que el intelecto por la búsqueda de verdad. Y significado y verdad no son lo mismo. Por tanto, se puede tener un insaciable de saber y acceder a la verdad pero, al mismo tiempo, ser incapaz de pensar. Un ser no pensante no es un ser entupido, sino uno carente de juicio, sumido en una concepción del mundo basada en leyes jerárquicas donde solo se dedica a cumplir su rol, indiferente de las consecuencias que ello pueda tener sobre el mundo.
Arendt siguió de cerca el Juicio contra Eichmann -responsable directo de la ejecución de la Solución Final. Durante el juicio, el militar nazi dejo en evidencia una personalidad llena de estereotipos, frases hechas, una adhesión a lo convencional sin cuestionamientos y la aceptación de códigos de conducta estandarizados. El apego a la tradición, a la obediencia y el respeto a un orden jerárquico, tan propio de las culturas organizativas de ejércitos y policías, tienen como función protegerlos frente a la realidad, esto es, frente a los requerimientos que sobre su acción pensante ejercen acontecimientos y hechos en virtud de su existencia.
El resultado no puede ser otro: nulidad de tener una perspectiva propia y de tener un juicio propio, lo que devela dos características: una incapacidad para pensar y una ausencia de identidad (ni siquiera reconoce su capacidad de acción). El concepto de "banalidad del mal" se refiere a aquella maldad que tiene su causa en la ausencia de pensamiento. Es el mal ya no como la encarnación consciente del orgullo, la envidia o el resentimiento, deseoso de provocar desgracias y beneficiarse de ellas. Sino que actos "malvados" pero realizados por  hombres comunes y corrientes, sin  inclinación a ser malvado. La "banalidad del mal" es propia de humanos superficiales, no por estupidez sino por irreflexión; producto de actuar meramente siguiendo órdenes o respetando la ley, sin detenerse a considerar las consecuencias que esas acciones tienen sobre el mundo.

El entramado del pensamiento, toda esa estructura que permite el pensar, tiene como sustento la separación entre lo sensible y lo suprasensible, entre el mundo de las apariencias y la capacidad mental de abstraerse del mundo y volcarse sobre sí mismo. Es en el estar en el mundo con otros, en la mundanidad propia del humano, en donde se recogen los datos sensibles que hacen posible el pensamiento y la elaboración de juicios/opiniones, tras un breve retiro del mundo que da espacio a la reflexión interna, a la conversación con uno mismo.

Entonces, no es que los funcionarios militares o policías sean estúpidos o ignorantes. Sino que su permanencia en una institución jerárquica, basada en el respeto la tradición, la obediencia y el orden, con una educación que inculca la adhesión a lo convencional sin cuestionamientos y a aceptar códigos de conducta estandarizados solo puede producir seres no pensantes, que aplican la ley, siguen una orden o simplemente actúan de acuerdo a sus atribuciones y a las licencias que la legislación le permite, sin detenerse nunca a reflexionar sobre las consecuencias que esas acciones tienen sobre el mundo y los humanos que están en el mundo. Esa incapacidad de pensar, de tener un juicio propio respecto a lo legitimo o ilegitimo, de desarrollar su propia perspectiva frente a los acontecimientos del mundo es lo que permite que tengamos en cada efectivo policial, un abusador y violentista que reprime, maltrata, tortura, abusa sexualmente, asesina... y sigue pensando que lo hace para mantener el orden público y el respeto a la ley.

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