Por Joao Acharan.
Carabineros y, en especial, FFEE se han
caracterizado por el uso abusivo de la fuerza. Durante los últimos años, se han
multiplicado los casos de violencia física desmesurada, torturas, maltrato psicológico,
abusos sexuales contra menores, etc., al punto que no sería aventurado decir
que trata practicas institucionalizadas, aunque informales, que se han
extendido entre uniformados. La prepotencia con que actúan violando la ley y
sus propios protocolos, negándose a identificarse, impidiendo las grabaciones de
sus procedimientos (a menos que se trate de un programa de MEGA o CHV) o
responder lisa y llanamente con golpes e insultos a cualquiera que los encare,
da cuenta de los altos grados de discrecionalidad con los que cuentan, al punto
de que puede hacer prácticamente lo que se le antoje -incluso matar o, como
sucede más a menudo, dejar inconsciente a lumazos- sin la perspectiva de sufrir
algún tipo de sanción o castigo por ello. Las Fuerzas Armadas, por otro lado,
tienen un largo historial de intervenciones para masacrar al pueblo (por lo menos, 24)
siendo las más conocidas la matanza en la Escuela Santa María y durante la
dictadura de Pinochet.
Este tipo de actitudes son tan difíciles
de entender y explicar de forma racional que se le atribuyen a la estupidez e
ignorancia de efectivos policiales y militares. La masificación de gritos como
"yo quiero estudiar para no ser fuerza especial" o "los pacos
unidos no leen de corrido" da cuenta de este intento por explicar la
conducta policial, atribuyéndola a la ausencia de estudios. Sin embargo, y
siendo justos, muchos policías y militares resultan ser tremendamente
inteligentes, con títulos universitarios y diversas especializaciones (al
menos, en los altos mandos no en la carne de cañón que sale a las calles durante
las manifestaciones). El problema, por tanto, parecer ser no si son
inteligentes o estúpidos, sino algo mucho más profundo: la incapacidad para
pensar.
¿Se puede
ser inteligente y, al mismo tiempo, alguien completamente incapaz de pensar, de
reflexionar respecto a su conducta y las consecuencias que ella tiene sobre el
mundo, sobre otros? Kant desarrolla una distinción entre dos facultades humanas
de orden diferente: la
Razón y el Intelecto las que, para Arendt, coinciden con dos actividades
mentales diferentes: Pensar y Conocer.
El Pensamiento-Razón
no se ocupa de lo mismo que el Intelecto-Cognición: la necesidad de la razón está
guiada por la búsqueda de significado, mientras que el intelecto por la
búsqueda de verdad. Y significado y verdad no son lo mismo. Por tanto, se puede
tener un insaciable de saber y acceder a la verdad pero, al mismo tiempo, ser
incapaz de pensar. Un ser no pensante no es un ser entupido, sino uno carente
de juicio, sumido en una concepción del mundo basada en leyes jerárquicas donde solo se
dedica a cumplir su rol, indiferente de las consecuencias que ello pueda tener
sobre el mundo.
Arendt siguió de
cerca el Juicio contra Eichmann -responsable directo de la ejecución de la
Solución Final. Durante el juicio, el militar nazi dejo en evidencia una
personalidad llena de estereotipos, frases hechas, una adhesión a lo
convencional sin cuestionamientos y la aceptación de códigos de conducta
estandarizados. El apego a la tradición, a la obediencia y el respeto a un
orden jerárquico, tan propio de las culturas organizativas de ejércitos y policías,
tienen como función protegerlos frente a la realidad, esto es, frente a los
requerimientos que sobre su acción pensante ejercen acontecimientos y hechos en
virtud de su existencia.
El resultado no puede ser otro: nulidad de
tener una perspectiva propia y de tener un juicio propio, lo que devela dos características: una incapacidad
para pensar y una ausencia de identidad (ni siquiera reconoce su capacidad de
acción). El concepto de "banalidad del mal" se refiere a aquella
maldad que tiene su causa en la ausencia de pensamiento. Es el mal ya no como
la encarnación consciente del orgullo, la envidia o el resentimiento, deseoso
de provocar desgracias y beneficiarse de ellas. Sino que actos
"malvados" pero realizados por
hombres comunes y corrientes, sin
inclinación a ser malvado. La "banalidad del mal" es propia de
humanos superficiales, no por estupidez sino por irreflexión; producto de
actuar meramente siguiendo órdenes o respetando la ley, sin detenerse a
considerar las consecuencias que esas acciones tienen sobre el mundo.
El entramado del pensamiento, toda esa
estructura que permite el pensar, tiene como sustento la separación entre lo
sensible y lo suprasensible, entre el mundo de las apariencias y la capacidad
mental de abstraerse del mundo y volcarse sobre sí mismo. Es en el estar en el
mundo con otros, en la mundanidad propia del humano, en donde se recogen los
datos sensibles que hacen posible el pensamiento y la elaboración de
juicios/opiniones, tras un breve retiro del mundo que da espacio a la reflexión
interna, a la conversación con uno mismo.
Entonces, no es que los funcionarios militares
o policías sean estúpidos o ignorantes. Sino que su permanencia en una
institución jerárquica, basada en el respeto la tradición, la obediencia y el
orden, con una educación que inculca la adhesión a lo convencional sin
cuestionamientos y a aceptar códigos de conducta estandarizados solo puede
producir seres no pensantes, que aplican la ley, siguen una orden o simplemente
actúan de acuerdo a sus atribuciones y a las licencias que la legislación le
permite, sin detenerse nunca a reflexionar sobre las consecuencias que esas
acciones tienen sobre el mundo y los humanos que están en el mundo. Esa
incapacidad de pensar, de tener un juicio propio respecto a lo legitimo o
ilegitimo, de desarrollar su propia perspectiva frente a los acontecimientos
del mundo es lo que permite que tengamos en cada efectivo policial, un abusador
y violentista que reprime, maltrata, tortura, abusa sexualmente, asesina... y
sigue pensando que lo hace para mantener el orden público y el respeto a la
ley.
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