Hemos escogido el carnaval como expresión cultural, no sólo
por su origen popular, también porque nos permite practicar y promover el
principio de las AAA: Autonomía, Autogestión y Articulación. Un verdadero
carnaval no puede ser organizado
verticalmente, con la antigua lógica de la jerarquía, a no ser que quieras
hacer teatro, debes practicar la transversalidad generando ideas colectivas, este
debe ser necesariamente autogestionado, al menos para nosotros, porque el
financiamiento es parte de la creación del carnaval, lo que nos conecta, lo que
permite que todos y todas sientan que les pertenece, lo que te garantiza
libertad y autonomía en la construcción y lo más importante, el carnaval te
permite la articulación con otras organizaciones, con artistas populares, etc.
Por todas estas características, es que creemos que el carnaval como expresión
ha generado tanto arraigo el último tiempo en los sectores populares, por esto
y porque en sí mismo el carnaval es altamente subversivo, lleva implícito la
inversión de toda la jerarquía, la eliminación de todas clases, de las
diferencias de género en pos del nacimiento de un cuerpo colectivo, por eso
niega la individualidad a través de la máscara, por eso es tan provocativo con
todo lo que se le resiste, por ejemplo, si vas bailando en la caravana eres
parte del carnaval, pero si vas pasando o sólo estás mirando, es probable que
un figurín te convierta en el blanco de sus bromas, para involucrarte, parea
hacerte parte. El carnaval como cuerpo no acepta la indiferencia.
El gran arma del carnaval es la burla, por eso que su lógica
ha filtrado la protesta, como se vio en las movilizaciones el 2011, y la
protesta ha filtrado el carnaval, si es que aun podemos hablar de cada una como
expresiones independientes. Elementos como la parodia, disfraces, carros
alegóricos llenos de creatividad e ironía, se han hecho habituales en el
contexto de la protesta social potenciándola, vitalizándola. Es difícil sopesar
el verdadero efecto que el carnaval ha provocado en la protesta, sobre todo
desde el plano subjetivo. Por ejemplo ¿Qué efecto pudo haber tenido la
irrupción de una réplica de cartón tamaño real de un guanaco en una de las
marchas? Piensa en la ridiculización de la policía y al mismo tiempo su
inclusión, pasando a ser un personaje irrisorio de la marcha, la réplica pudo
generar la ilusión grotesca de equiparar las fuerzas con la represión, pues un
guanaco de cartón debe enfrentarse inevitablemente a su símil oficial, aunque
no se encuentren. Es inmedible el efecto que lo carnavalesco genera en la
energía motivadora: No es lo mismo movilizarse cuando entre tus filas se
encuentra Allende, Cristo y el capitán Sparrow o la marcha de los martillos de
Pink Floyd. El carnaval ha filtrado la protesta porque los medios oficiales no
transmiten la voz popular, sus creencias, sus ideas, sus concepciones, estas
sólo tiene cabida en la calle a través del cuerpo colectivo.
La capucha en este contexto, no es sólo una forma de
proteger el anonimato, si no que es la máscara que niega la individualidad, la
capucha tiene una carga simbólica, dice más de lo que quiere ocultar,
representa un poder, no de uno si no que de muchos, de todos. Cuando en Cerro
Navia realizamos en noviembre el 2° Carnaval Autogestionado, los vecinos y
vecinas preguntaban si la actividad era una protesta mientras seguían los
pasacalles con bailarines y figurines, y claro, entre los distintos disfraces y
máscaras estaban las encapuchadas y encapuchados avivando la fiesta con un poco
de humo, símbolos de esta nueva forma de construcción que no requiere héroes,
que detesta a los líderes, que no quiere rostro.
-¿Quienes son esos encapuchados?
-Acaso no ves… somos todos.
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