domingo, 24 de junio de 2012

De una cuestión de táctica a una cuestión de principios.



Por David Urbina (Cerro Navia Somos Todos)

La dictadura militar en Chile hizo que las relaciones entre los ciudadanos y la cosa pú­blica se dieran principalmente a nivel municipal, en donde reclamos y solicitudes acerca de los temas más relevantes como educación, salud, en­tre otros, pasaron a dirigirse a autorida­des específicas dentro del poder local. Fue la forma en que el régimen logró penetrar en el mundo popular, obra que se plegó en el período siguiente y que nos permite explicar cómo co­munas con tradición de izquierda polí­tica posean actualmente gobiernos de Derecha. En este escenario, el alcal­de pasa a ser el gran poder local y el concejal un personaje sin atribuciones, lo que a su vez, ha favorecido la des­politización mediante el clientelismo, generándose una relación de subor­dinación entre quienes participan y el alcalde. Es así como las lealtades de clase tienden a difuminarse y conso­lidarse lealtades de tipo caudillista. 


Por lo tanto, frente a esta situación resulta imprescindible desarrollar desde lo local una contraofensiva de izquierda que genere posibilidades de cambiar las relaciones actuales; de lo contrario, la situación antes descrita se perpetuará y agudizará a largo plazo. Pero, en esta tarea ¿se debe o no to­mar parte en las elecciones políticas? Humildemente creemos que en el contexto municipal actual la respuesta debe ser positiva. Esta decisión inten­ta contribuir de alguna forma a rebatir el espíritu sectario y apriorista de po­sicionamientos dentro de la Izquierda, los cuales a lo único que conducen es al enclaustramiento voluntario de un movimiento cuyos planteamientos merecen mejor suerte. Sin embargo, al postular esta vía, debemos decir claramente que no nos hacemos ilu­siones (como les sucede a algunos socialistas) de poder abrir brecha en la ciudadela burguesa, y conquistarla, a golpes de papeleta. 

Es por ello que, en el caso de las próximas elecciones municipales en la comuna de Cerro Navia, nuestra candidatura a alcalde no es un prin­cipio, es un medio; se equivocan los que hacen de él una panacea, pero se equivocan también los que lo mi­ran como si fuera una herramienta contra-revolucionaria. La táctica y agitación electoral socialista que este medio nos proporciona, nos sirve en la medida que arranca a las multitu­des de su indiferencia hereditaria en los asuntos públicos, permitiendo al pueblo ejercitar una injerencia, por in­directa y de poco valor que esta sea, en la administración de la cosa públi­ca. Podemos y debemos lamentarnos que esta injerencia hoy sea mínima, que la soberanía popular no se ejerza más que durante el cuarto de hora de las elecciones, que luego, al volver a casa los electores, los elegidos sean árbitros de los asuntos públicos y dis­pongan a su antojo de los más impor­tantes intereses comunales. Esto es lo negativo, no la participación de una parte del pueblo en las elecciones a alcaldes y concejales, puesto que este mal no se remedia absteniéndose de votar, sino más bien induciendo al pue­blo ante todo a ejercer con conciencia y vigor la poca autoridad que tiene, y luego reclamando más, habituándolo a luchar y prolongando la lucha más allá del breve periodo electoral.

Ergo, la lucha política debe desarrollar­se en las próximas elecciones y fuera de ellas y los representantes comuna­les deben ser vistos como servidores que se pueden despedir cuando no cumplan con su deber. En tanto esté vigente el actual sistema, las personas se deben esforzar por obtener mejores servicios por parte de los gobiernos lo­cales, pues por poco que valgan las elecciones comunales, sirven para arrancar alguna concesión al gobierno o para imponerle un cierto respeto por la opinión pública. Y por poco que val­ga la presencia de alcaldes de izquier­da en las municipalidades, ésta sirve a veces para impedir muchas de las graves injusticias que se llevan a cabo a nivel local sin dar explicaciones -a nadie-, como ha ocurrido con el actual gobierno de derecha en Cerro Navia en casos como por ejemplo: el cierre de escuelas públicas, la privatización de nuestros espacios deportivos, el despido masivo de profesores, la au­sencia de medicamentos en los con­sultorios, entre otros. Es por ello que creemos que la lucha debe tener un fin inmediato, sobre todo si queremos que las filas de personas conscien­tes y críticas aumenten, ya que si las demandas de un grupo subordinado se presentan como demandas pura­mente negativas y subversivas de un cierto orden, sin estar ligadas a ningún proyecto viable de reconstrucción de áreas sociales especificas, su capaci­dad de actuar hegemónicamente esta­rá excluida desde un comienzo.

Estas líneas tácticas de acción son lo que, siguiendo a Gramsci, denomi­namos “programa mínimo” o a corto plazo, compuesto por una serie de medidas que interesan a la propia cla­se y a sus potenciales aliados, con los cuales esperamos ganarnos el apoyo de estos grupos sociales en el proceso de acumulación de fuerzas. 

Es por ello que, por lo menos a nivel local-municipal, no creemos que la de­fensa y el ejercicio de nuestros dere­chos, ni siquiera de los mínimos, sean contrarios a nuestros principios. No creemos que ejerciendo el derecho al voto, que nos es concedido, renuncie­mos a otros derechos mayores, que se nos niegan y que debemos reivindicar. A menos de negar la evidencia, no se puede negar que si el cupo a alcalde puede ser y es a menudo empleado por el gobierno contra el pueblo, pue­de ser utilizado por el pueblo contra el gobierno; tarea que, desde nuestra perspectiva, es vista como un episodio de la lucha por el socialismo y no el más importante, pues concordamos en que la verdadera lucha debe ser llevada a cabo con el pueblo sobre los terrenos económico, político, cultural, etc.

En suma, estamos por la lucha elec­toral municipal porque no es contra­rio a los principios socialistas que el pueblo haga valer su voluntad y sus intereses de todas las maneras po­sibles, porque las elecciones ofrecen oportunidad de propaganda, agitación y protesta contra las arbitrariedades y las prepotencias del gobierno, porque, en general, tenemos el deber de no perder las libertades que nuestros pa­dres conquistaron combatiendo, sino que debemos defenderlas enérgica­mente y acrecentarlas, en definitiva, porque debemos participar en todas las luchas y agitaciones populares y desplegar nuestra acción en medio de la masa, no en los pequeños espacios de partido, organizaciones o universi­dades. Pues la emancipación del pue­blo debe surgir como una explosión de una corriente subterránea, inundando y ocupando todos los espacios ga­nados por nuestras corrientes ante­pasadas y abriendo nuevos torrentes fuera de los establecidos, perspectiva que nos posibilita nunca renunciar a la perspectiva revolucionaria en favor de un reformismo a la socialdemócrata. Así, potenciados desde abajo y desde arriba, desde sus propias tradiciones de lucha y desde un espacio político con un nuevo sentido de misión, po­bladoras y pobladores se sentirían mucho más capaces de tomar la vida y la historia en sus manos. 

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