Por Joaquín Pérez Arancibia. Estudiante Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, UAH y Coordinador General Preuniversitario Popular Agogé
Cualquier
persona que logre mirar cualquier calle, pasaje o avenida de cualquier comuna
se va a percatar de la abundancia de
gigantografias con imágenes de personas que aspiran ser parte del consejo
municipal. Quilicura por supuesto que no es una excepción a esta regla
primordial. Ya estamos dentro del mes
legal para instalar tal publicidad y las calles se adornaron con cientos de
caras. ¿Será necesario todo esto?
En
la medida que uno estudia la Historia y ve las relaciones políticas que se van
desarrollando en nuestra historia próxima, y suma además la variable del año
2011, entendido este como un cambio rotundo en la mentalidad social en torno a
los grandes temas a nivel país, se cuestiona esta habitual forma de hacer
política a nivel comunal. ¿Es preciso aún creer que una foto transmite un ideal
político? ¿La cara de una persona transfiere telepáticamente proyectos o
propuestas de desarrollo comunal? Y si no es así, entonces, ¿Por qué lo siguen
asiendo así?
La
política es el arte del convencimiento, del acaparamiento de personas en torno
a ideas, ideas que pueden ser debatibles. Son ideas dinámicas, que se dialogan
hasta el punto que se pueden reafirma o negar, adaptarlas en torno a nuevas
variables o, sencillamente, reconstruir nuevamente tales ideas. Al menos así se
ha entendido la política desde la época de la Grecia Clásica, y así se puede
entender por ejemplo la importancia del espacio público, lugar físico en donde
se da acto presencial del debate de tales ideas. Por otra parte, la política es
una dinámica que nos compete a todos, en especial a quienes somos parte de una
unidad territorial en cuanto ciudadanos soberanos; no es una dinámica que se
deba dar entre una clase privilegiada intentando “dar orden” a un grupo de
“incivilizados” que no saben preocuparse de la política. Los actuales episodios
de la llamada “transición a la democracia”, especialmente la politización
acelerada del 2011 ya no permiten que la política sea tema de unos pocos, la
política ahora sí que debe ser democrática.
La
antigua forma de hacer política tiene esa característica: creer que la política
es de unos pocos, no de todos. Por lo mismo, no se discuten las grandes ideas
políticas de manera democrática, más bien se evitan las discusiones. Uno puede
ver al actual gobierno de Piñera que toma gran parte de las decisiones que son
importantes a nivel país a espaldas de la ciudadanía, descartando la
importancia del consenso, la discusión y la reflexión. La verdad es que una
política así es bastante burda, tanto que hasta parece ordinaria. ¿Por qué?
Porque evita la habilidad de convencer, porque se hace caso omiso a la reflexión
y a la discusión, por lo que no se convence a nadie, nada más se actúa. Eso no
es representatividad, eso no es política ni menos democracia. Por algo los
niveles de representatividad en el país están tan bajos y la confianza en las
instituciones está tan alicaído: la ciudadanía ya se aburrió de tal situación y
ya no aguanta más tal situación.
En
las comunas pasa algo similar. No se ve presencia de debate, y si los hay, los
dedos de una mano son una multitud para contar las discusiones que se realizan
en torno a ideas. El problema particular de Quilicura es que se intercalan dos
elementos:a) las clases de políticos que proliferan no son de muy buena calidad
y, b) no existe aún una sociedad muy educada en estos temas como para debatir
de política, por lo mismo, votan o deciden por afinidad. Lo primero se da
básicamente porque quienes siempre aspiran a un puesto en la alcaldía, realizan
campañas en donde el foco o el eje es la empatía: no buscan convencer con ideas
para el desarrollo comunal, buscan el cariño y la lealtad de las personas. Por
eso ofrecen regalos producidos no con ideas sino que con caras o lemas bonitos.
El problema es más grande aun: cuando lograr generar una propuesta seria que
ayude a la mejora comunal, siempre son ideas que habitan en la abstracción, son
frases cortas sin un desarrollo amplio de cada punto que intente convencer. Los
candidatos no son capaces (o quizás si lo sean, pero de todas formas no lo
hacen) se crear una red de propuestas bien pensadas que busquen autoimponerse
metas junto con lo principal que es convencer. Esta situación es la que
personalmente me hace creer que las personas que aspiran a ser nuestros
gobernantes, no buscan el bien o la felicidad publica, sino que buscan
solventar sus propios intereses. O, simplemente, no entienden nada de política.
El
ver las calles llenas de afiches con candidatos de una pobreza política
abismante, solamente entristece. No fecunda nuevos aires de cambio, sino más
bien cosecha de la misma mala yerba. Quien no se interesa por su política
comunal, está sometido al destino que los otros puedan imponerle, asegurando
con ello el silencio de sus reivindicaciones. Ya no es necesario seguir con
esas ya viejas formas de hacer política, y las redes sociales permiten una
mayor cercanía con los candidatos; por lo tanto se debe increpar, pero con
respeto, se deben dar argumentos y exigir a quienes deseen ser concejales o
alcaldes que nos den ideas y no fotos, exigirlos a pensar, exigirlos a que se
sometan a sus ideas y que junto con ello, asuman el no cumplimiento de tales
propuestas.
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